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Una estructura metálica, armada a partir de las barras que normalmente construyen la arquitectura de los puestos del Rastro de Madrid, forma parte de una videoinstalación que se completa con dos proyectores de diapositivas en carrusel y una superficie translúcida sobre la que se van cruzando una sucesión de imágenes.
El Rastro es lo que tienen en común todas estas imágenes, un lugar donde se va a buscar lo que ha quedado en la orilla después de una corriente de tiempos. Su sorpresa es volver a dar con algo que se recuerda del domingo anterior, en el que es imposible repetir la misma escena por lo improvisado de una composición rápida donde cada objeto cambia su papel y se relaciona distinto en cada encuentro.
Este hecho ha sido precisamente el motor de este proceso. Los proyectores, contenedores de una selección de diapositivas pertenecientes al Archivo Rastro, aparecen enfrentados, arrojando así sus imágenes sobre una superficie que, si bien deja escapar en parte esos haces de luz, va aunando y conjugando las fotografías sobre un mismo plano, generando así un nuevo archivo que surge de la combinación de elementos a priori separados.
El lapso de tiempo que controla el pase de las diapositivas, debido a su carácter mecánico, es crucial en esta composición, pues genera una sucesión de encuentros fortuitos entre una paella y un desierto. La superficie que contiene la imagen funciona como prisma de un espectro, dejando visible, según nuestro punto de vista, la imagen de uno de los proyectores, la combinación de ambas o el material desnudo, sin reflejo.
Establecer conexiones entre la imagen plana y el objeto lleno ha sido sobretodo eléctrico, algo así como meter la mano en un espejo.
Imágenes de la exposición Archivo Rastro, comisariada por Louis-Charles Tiar, Cati Bestard y Marta Sesé. C Arte C, Madrid 2019.
Fotografías de Ángela Losa