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Twenty-Four Upon a Time, acción colectiva realizada en el Museo ABC, dentro del programa de actividades del premio Circuitos de Artes plásticas, Sala de Arte Joven 2.0, Comunidad de Madrid (2017)
Fotografías de Guillermo Gumiel
Twenty-four upon a time, acción colectiva en Noche de acción (2016), espacio La Maleta
(*) This project is a part of 1st Worldwide Apartment and Studio Biennale.
Esta performance consiste en una acción colectiva en la que un grupo de personas
se reúnen para ser partícipes en la elaboración de un ejercicio de construcción conjunta.
Tomando como punto de partida la pieza Two Stage Transfer Drawing (1971), de Dennis Oppenheim,
el grupo se dispone en forma de fila india, de forma que la espalda de nuestro compañero
de delante se convierte en el oído que escucha, así como la nuestra lo es para la persona
que se sitúa detrás, y así sucesivamente.
En un extremo comienza la acción en manos de la primera persona que inicia la fila y con
ella la chispa que enciende la mecha. Ésta dibuja sobre la espalda de la persona que
tiene delante. De forma simultánea, la persona que recibe el trazo en su espalda, dibuja
sobre la espalda del compañero que tiene delante, tratando de reproducir el trazo que a su
vez recorre su piel. Así, las líneas del dibujo van viajando de cuerpo en cuerpo, para terminar
en el otro extremo de la fila, donde la última persona ,que sostiene un lápiz sobre un papel,
dibuja el trazo que recibe de una historia que, si bien conserva algo de su inicio, tiene también
mucho de la impronta de cada uno de los participantes.
Al final del proceso, cada espalda es el registro de cómo ha ido mutando el relato desde su
primera hasta su última transmisión.
Incluso entonces podemos seguir jugando.
Rebotar, raspar, sesgar, unir, separar. A partir
de ahí la tarea consistirá en construir un
lenguaje con volumen, que arroje sombras allí
donde otro orador necesite aclarar su voz.*
Y en ese aclarar su voz, la autoría, en cierta forma, se diluye; no es que no exista, sino que
la comparten muchos. Y no es un viaje de ida y vuelta, no rebota entre emisor y receptor,
como lo haría una pelota de ping pong, sino que rebota en muchas bocas; lo importante
aquí es que con cada rebotecoja más fuerza y así pueda seguir botando. Cada impulso
es un relevo y cada relevo aplica una trayectoria diferente, sí, pero la parábola que
describe tiene mucho también del primer saque, y del segundo.. así hasta que en uno de
esos rebotes una no recuerda a qué estaba jugando. Solo entonces, quizás ahí, se acaba
la historia.
ZAHERA, MEJÍAS, Belén, Cristina, Tesauro, 2015, p.18