.
‘Aunque Noé tenía seiscientos años de edad cuando Dios inundó el mundo, y por eso mismo había tenido muchísimo tiempo para contemplar sus alrededores, el hecho de que las cosas siempre hubieran estado ahí, el tenerlas permanentemente en su campo visual, no lo habría animado a recrearlas en su interior. ¿Qué sentido tendría concentrarse en un arbusto cuando había abundantes pruebas físicas de la existencia de los arbustos en los alrededores?
Qué distinta debió ser la situación al cabo de dos semanas en el Arca, cuando la nostalgia de su entorno y la incapacidad de contemplarlo llevaron a Noé, con toda naturalidad, a concentrarse en el recuerdo de los arbustos, los árboles y las montañas y cuando por vez primera, en su larguísima vida, comenzaba a mirarlos de manera correcta’
Creo que mi obsesión por recolectar estos objetos tiene algo que ver con lo que Proust dice de Noé.
Noé no había leído a Proust.
Coleccionar es una forma de recordar mediante la praxis.
El pasado mes de septiembre fuimos a la playa de las tres piedras, a unos 35 kilómetros de Jerez.
Me pasé las tres horas que estuvimos allí deambulando entre las dunas.
La encontré porque resaltaba su color negro intenso.
Al final del verano a veces aparecen dispersas en la arena, testigos de las fogatas de las mareas de Santiago.
La percepción es una función del tiempo. Si viviéramos algunas cosas con calma, otras con rapidez, siguiendo otro ritmo, no habría nada <
Poco antes me pasó algo parecido un libro. En este caso no resaltaba entre los otros libros de ocasión.
Leí el primer párrafo que contaba una pequeña historia sobre un albañil que resulta ileso al caer al suelo desde la cúpula de San Esteban. Al día siguiente cae de nuevo sin que nada le ocurra. Al caerse por tercera vez y tampoco esta vez sufrir daño alguno exclama: “ ¡Ya está uno acostumbrado!”.
Mi madre siempre dice que tengo muchos trastos.
La ciencia ordena el caos reduciendo las grandes cantidades a pequeñas fórmulas.
«el caos se define menos por su desorden que por la velocidad infinita por la cual se disipa toda forma apenas bosquejada. Es un vacío que no corresponde a la nada, es un virtual que contiene todas las partículas posibles provocando todas las formas posibles que surjan, para así hacerlas desaparecer en seguida, sin consistencia ni referencia, sin consecuencia.»
Desde hace unos meses me siento a escuchar a mi abuela describir un hogar familiar que yo no conocí y al que hoy en día solo tengo acceso a la fachada.
Esa casa pertenece ahora a otra persona.
Mi abuela tiene una peculiaridad en la visión; consiste en ver un punto blanco en el centro de la imagen.
Normalmente la ceguera se traduce en color negro.
A ella se le presenta un lienzo en blanco donde imaginar lo que quiera o lo que pueda recordar.
Esto le ocurre desde hace cinco años, supongo que cuando me mira de frente imagina mi cara como lo era entonces.
Curiosamente la palabra ‘abismo’ en su quinta acepción en español significa el punto central de un escudo.
Una tarde hablando con Belén y Silvia, Belén mencionó el término ‘tiempo telescópico’.
Me recordó a una imagen que vi en un libro en la que aparece el observador mirando hacia todas las capas del pasado desde su momento actual.
En el seno de la Tierra existen ciertos minerales que desde su formación están sufriendo una transformación atómica lenta, pero comprobable.
Calculando los sedimentos de plomo y helio contenidos en el mineral y el tiempo que éste ha tardado en incorporarse a la atmósfera podemos acceder a su memoria.
Todo lo que le pregunto a mi abuela me gustaría preguntárselo a esa roca, contando los días en miles de años.